miércoles, 27 de julio de 2011

Queja I

Puedo en teoría escribir sobre demasiados temas. Ninguno -sin embargo- se me viene a la cabeza ahora. Nunca.
No he sido una buena niña el día de hoy, y francamente, tampoco lo he sido esta noche. He malbaratado una vez más lo que comúnmente se dice -y en jerga de la Nueva Economía- mi activo más importante, el tiempo. Ignoro si lo poseo; éso, el tiempo. O es él quien me posee a mí. No, claro que no. Él definitivamente no figura como mi dueño. He sido desde hace tanto tierra de nadie, en donde ninguno -menos yo- manda. Esperen, miento de nuevo. Hay alguien, ah ¡sí! Él; mi demonio. Y digo mío porque no se me ocurre ningún otro calificativo; por supuesto, no me pertenece. Tendría -si ese fuera el caso- alguna especie de dominio sobre él. Pero pasa al revés. Es él quien me posee, en el estricto sentido de la palabra. Asumo, siendo gentil para conmigo misma, que yo lo he creado. ¿O se ha creado solo? Quizás lo dejé hacer; digo, hacerse a sí mismo a través de mí, o -mejor dicho- a pesar de mí. O como diría Ernesto, precisamente debido a mí. Ha vivido a costa mía y moriría si muero, si tal clase de demonios no trascienden la carne del cerebro. ¿Y si, después de todo sí? Mudará de mi inerte cuerpo para albergarse en otro huésped, tan dado a la fantasía y al soñar despierto como yo, y hallará en su debilidad el terreno propicio para asentarse, de nuevo.

Ojalá me muera pronto, entonces.
Posicionamiento Web

sábado, 23 de julio de 2011

El método.




¿Les ha sucedido a ustedes, anónimos lectores -que además de leer escriben- que cuando desean hacerlo sobre un tema en especial no les fluye de las manos y el teclado sino otro más que el mismo que no desean que se exponga? Me pasa casi siempre, ese extraño fenómeno que le sucede al que escribe, no poder plasmar con su letras aquello que se ha propuesto exponer. No he encontrado manera de remediar la tendencia a hacerlo, con constancia casi programada. Eso, traicionar mi firme intención de contar una historia. Acabo sin contarla, y quejándome. De hecho, este blog tiene un titular específico, y escasamente en él he podido hablar hasta ahora de los sueños, de ésos que me atormentan por placenteros y hasta más vívidos que la llamada comúnmente realidad.

Pero ¡Vean! Que empiezo a escribir de lo que quiero ¡sin quererlo! Quizás ése sea el método.

¿A ver?.. No, no lo es.

Gratuita auto-complacencia.



Insufrible morbo el que me acosa en este momento. Últimamente la insaciable sed por el timbre del teléfono me impide descansar. No sonará, y cuando lo haga, no contestaré. Es como en mi sueño; ése, en donde aparecen playas cristalinas, con arena de nácar. Tan bellas como impenetrables, que se tornan turbias cuando estoy cerca de ellas. Es mi presencia la que las contamina, o la presencia de éste, mi demonio, el que constantemente acosa mis voluntades, y las somete a las suyas. Debo luchar con él todos los días. A veces le gano yo. Pero sólo a veces.  Lleva años mofándose de mí, en ocasiones creo que su superioridad es hasta numérica, tal vez es sólo uno el que me ha poseído. Ahora, en este preciso momento me ataca. Me deja escribir para no dejarme hacer otras cosas. Me está haciendo el favor de permitirme escribir. Y yo me dejo, aunque no agradezco. Tanto él como yo sabemos que es preciso hacer ese otro asunto pendiente, ése que no me deja trabajar, ni escribir, ni amar. Ni nada. Hace dos semanas que no me lo permite. En realidad, no le he pedido permiso. ¿Para qué? Si me lo negará. De eso estoy segura. 

domingo, 17 de julio de 2011

No leas esto.



En ocasiones se hace demasiado pesado el camino para darle continuación a las cosas. Para escribir, por ejemplo, que -se supone- debería ser una actividad relajante, se necesitan al menos poner a trabajar unas 500 de las 2000 calorías que me aporta la merienda, tomando en cuenta que hoy sí he cenado. Y aún así se me ha hecho difícil tomar la decisión de sentarme a escribir; lo que quizás sea, para mí, para vosotros, una queja más por haber dejado de hacer algo, o haberlo hecho demasiado tarde, con mucha mala gana o similares.

Y es que escribir -como la mayoría de los bloggeros sabrán de memoria- no supone una tarea sencilla. Especialmente cuando, como en mi caso, te enfrentas al ordenador sin tener idea de lo que vas a decir.

La decisión que se toma entonces se transformará en acertada o errónea cuando, satisfecha o no, releas aquello que has escrito de mala gana y repares en que es una soberana pérdida de tiempo seguir leyendo.

sábado, 16 de julio de 2011

Anonimato


No he podido dejar de pensar en la naturaleza del sueño de anoche. Me encontraba, de pronto, en una casa que jamás ha sido mía o de mis padres. Acabados de madera completaban la decoración, que francamente, era lo único que resaltaba de una construcción futurista suavizada por el roble. Yo no tenía ni nombre, ni número. Sólo era. Y estaba sola. Ambas cosas son cotidianas. Pero esta vez parecía distinto. Nadie me miraba excepto yo. A mí misma. Las sombras ya no se proyectaban ni sobre el pavimento ni sobre el parquet, no tenía cuerpo, ni brazos, ni pies. Sólo existía, pero para mí, únicamente.

Rara vez pasa; eso, que no puedo tener control sobre mis sueños...

lunes, 11 de julio de 2011

contra mí



Mi otro yo se abalanza, de nuevo, como queriendo tomar venganza de su exilio involuntario. Yo callo, trato de erguirme ante su arrebato y producto de ello me produce un escozor en la espalda, como si los clavos del mismísimo Cristo me atravesaran la espina dorsal. Es mi cruz, digo para mis adentros, mientras él se ríe a carcajadas silenciosas de mi adicción a su constante evadir.

A veces siento que ya no puedo más, hoy, por ejemplo; es decir, ahora, en este preciso momento me lleva el dolor, la espalda, la cruz. Ahí está otra vez, parece que me ha dominado de nuevo.

Mejor me callo.
Y a escribir.
J

domingo, 10 de julio de 2011

Vd.



Le escribo acá porque sé que aquí nunca leerá. Porque no escribo hermoso, y aquel que no lo hace no sólo no merece ser publicado, sino que no merece escribir. Son sus palabras, no las mías. Yo, como Borges, concuerdo en que la belleza es mucho más cotidiana de lo que parece, sino que la miramos menos porque... no sé, quizá porque mucho en ella no ha sido hecho para ser visto, pero sí oído, o tocado, percibido quizás, soñado, recordado o adivinado; y en el resto de sentidos y en lo kinestésico pues nadie más que uno se mete y entonces la cosa se complica...

Qué más da, ud. nunca leerá estas letras. No las he planeado para ud. como las cartas ésas... las que le he enviado, aquéllas por las que me ha elogiado. Bah... miento, si sólo fue una, y me tardé miríadas en componerla.

No pretendo impresionarle, pues, porque esta carta no va dirigida a ud. como quisiera. Debería estar redactándola en el correo electrónico pero no. ¿Que por qué, se pregunta? Pues, porque luego me saca en cara que soy yo quien le busca para luego darle la espalda, arrepentida. Y entonces tendrá la razón, y la razón en ud. es un arma poderosa contra la que ni mi pluma ni mi espada pueden luchar.

Así que me despido de ud. aunque no sé bien por qué, pues esta carta, como todas las demás; como todas las escritas por este medio, jamás serán para ud. porque no las leerá, ni las recibirá, ni se las dedicaré, y ni siquiera le nombraré a ud. en ninguna de ellas.

En ninguna, menos -claro está- en ésta.

Sólo eso.
J.

a quien corresponda



Ha sido un día extraño, de esos en los que lo inesperado sucede. Hoy me han llamado para salir. Y es domingo, vaya problema. Todos son buenos para pedirme un favor, y yo soy mejor para aceptar. Qué más da, si no me cuesta nada más que mi tiempo, que ya es mucho. Esperen... entonces sí que cuesta, y me costó... ¡mierda! Es demasiado tarde ya. Acabo de regresar.

Sobra decir que lo que haré a partir de este momento será resistir las ganas de no hacer nada e intentar realizar algo que produzca... mmm... no sé, que produzca algo; lo que, por cierto, vagamente puedo concretar. Aquí estoy, escribiendo esta especie de bitácora sintiendo que debería estar haciéndolo mejor pero sin poder, y en eso se basa todo. Toda la vida, pues, acaba dejándote el sabor de que pudo ser un poco más y que, debido a tu incapacidad o ignorancia -a veces (sino siempre) ambas- no podrá ser, simplemente no esta vez.

Simplemente nunca.

J
Paperblog