Acabo de llegar a casa luego de haber
asistido a la inauguración de la exposición de Artes Visuales y Literarias VIU
2012, URBEGRAFÍAS, II ENCUENTRO DE CREADORES VISIONES URBANAS, realizado la
noche de hoy, 27 de junio de 2012 en la ciudad de Quito, Ecuador. Al
aproximarme desde la Ulpiano Páez hasta la Jorge Washington caminando, luego de
que el taxi me dejara un tanto lejos –creo que le pedí que se detuviera ahí
para acercarme a pie y así parecer interesante, cosa que nunca logré– lo
primero que llamó mi atención fue un pequeño cartel de neón que invitaba al
paseante a acercarse con insinuante enunciación: ABIERTO; letrero que atrae por demás debido al contraste que genera
su colocación en la puerta de la casona patrimonial que conforma el Centro
Cultural Benjamín Carrión, en donde se realizó la apertura, y del que luego me
enteré que se trataba de una propuesta artística de… (no les diré de quién, eso deberán averiguarlo ustedes), razones
todas por las que se ganó el primer lugar entre mis preferidos del Encuentro.
Junto al rótulo, un DJ de rastas multicolores y su ayudante –o viceversa–, a quienes tomé por artesanos en pleno ejercicio de su profesión, preparaban lo que quizás fue una especie de número musical electrónico anexo al evento en cuestión –no me quedé lo suficiente como para corroborarlo– con esas mezcladoras de sonido a las que gracias a la oscuridad y la miopía había confundido previamente con anillos y pulseras. Un tanto apenada por mi desorientación, y sin hacérselo notar –al DJ, que dicho sea de paso fue el único que me ha saludado en ese Encuentro, y ni lo conozco–, ingresé al interior del Centro Cultural, que para entonces estaba lo suficientemente copado como para dejarme, junto con algunos espectadores más, de pie intentando escuchar sin éxito –debido a una falla en el micrófono– la disertación de los organizadores.
Junto al rótulo, un DJ de rastas multicolores y su ayudante –o viceversa–, a quienes tomé por artesanos en pleno ejercicio de su profesión, preparaban lo que quizás fue una especie de número musical electrónico anexo al evento en cuestión –no me quedé lo suficiente como para corroborarlo– con esas mezcladoras de sonido a las que gracias a la oscuridad y la miopía había confundido previamente con anillos y pulseras. Un tanto apenada por mi desorientación, y sin hacérselo notar –al DJ, que dicho sea de paso fue el único que me ha saludado en ese Encuentro, y ni lo conozco–, ingresé al interior del Centro Cultural, que para entonces estaba lo suficientemente copado como para dejarme, junto con algunos espectadores más, de pie intentando escuchar sin éxito –debido a una falla en el micrófono– la disertación de los organizadores.
La gente, la de siempre: artistas,
aspirantes a artistas, escritores, escribidores, curiosos, figurettis, hipsters
y hippies, señoras mayores de alta cultura, señores mayores a la caza –infructuosa–
de chicas solitarias (como yo), señoras que han sabido ser escritoras, señores
que la misma cosa, actores, actoras, bailarines y bailarinas, gringos y
gringas, intelectuales, chullitas quiteños contemporáneos, fotógrafos y demás
personajes de la ciudad pequeño y mediano burguesa, mujeres que quieren con artistas, escritores –o en
el peor de los casos, intelectuales–, en fin; una fauna a la que de ahora en
adelante denominaré Ratas de Exposición,
Ratas de Lanzamiento, o su respectivo acrónimo, RERL’s; todo esto sin
ofender, por supuesto, ya que debo incluirme dentro de esta sub-subespecie de
habitantes de la quiteñidad posmoderna, y a quienes más adelante dedicaré un
artículo completo, si es que la vida me puede llegar a alcanzar para ello.
Y ya no me acuerdo en qué estaba… ah… la
exposición. Luego de minutos que parecieron eternizarse por fallas de sonido,
al fin culminó la serie de discursos de los artistas participantes,
una lástima dado que me habría gustado poder escuchar declamaciones de los poetas
y escritores que expusieron su trabajo literario, cosa que nunca sucedió, y por
tanto restó protagonismo a los textos que permanecieron colgados en la pared
esperando sedientos a que algún RERL con respeto suficiente hacia el artista se
dignara en leerlos. Debo decir con tristeza que muchos de ellos prefirieron
conversar con el prójimo en lugar de detenerse a desmadejar lecturas. Y yo, que
no encontré a ningún conocido, ni me amigué con ajenos, confieso que sólo leí
la mitad.
La exposición en sí misma no puede
calificarse como espectacular. Me sorprendió averiguar en el catálogo de obras
entregado durante la velada, que habían sido veinticuatro los relatos y trabajos
de artes visuales expuestos; parecían ser menos, o quizás aparecían dispersos
entre la multitud que acudió a observarlos. Será preciso echarles una segunda
ojeada –junto con los textos– cuando la afluencia de personas sea menor y
permita admirar las obras con detenimiento. Al no ser crítica de arte, siento
en lo más profundo no poder deleitarles con frases amaneradas y alcalinos espacios navegados por monos
capuchinos, pero considero que la mejor forma de vivenciar el imaginario
artístico es a través de la experiencia de primera mano, y no pienso mermar en
mis lectores la satisfacción de degustar/visualizar por sí mismos los trabajos expuestos
en este Encuentro. Si quieren saber de qué va el VIU 2012, vayan a verlo, ya
saben dónde está.
PD. Pero, sobre todo, y esto es muy importante, lean los textos literarios que acompañan a las propuestas de artes plásticas. Se me olvidó decir por favor.
PD. Pero, sobre todo, y esto es muy importante, lean los textos literarios que acompañan a las propuestas de artes plásticas. Se me olvidó decir por favor.
Imagen: http://www.ccbenjamincarrion.com/ccbenjam.php?c=1359