Esta ha sido
una de las películas de las que una puede salir del cine contenta de haberse
dado con ella una pedrada en la boca. Admito que algunos de nosotros no teníamos
muchas expectativas respecto a Sin Otoño, Sin Primavera. Ver a un puñado de muchachos de la clase media
guayaquileña –y por extensión, ecuatoriana– bebiendo/drogándose, fornicando,
enamorándose y engañando a su pareja, no es asunto nuevo en nuestro país ni en
el mundo, por tanto –y ese era mi razonamiento– para qué gastar en una entrada
de cine si puedes ver lo mismo en vivo y en directo, y hasta con serias
posibilidades de tomar parte en la trama.
Y es que uno de
los temas más explotados tanto en el cine como en la literatura ecuatoriana
contemporánea es, junto con las historias de marginados, la estampa fidedigna y
cotidiana de un día cualquiera en la vida del burgués o pequeñoburgués promedio,
la mayor parte de las veces inspirado en el mismo autor y su entorno inmediato.
Se producen tantas películas y escriben suficientes libros sobre lo que le pasa
o deja de pasar a cualquier hijo de vecino en Ecuador que lo menos que se puede
esperar es un poco de originalidad a la hora de trabajar para dar forma a la
temática ultra recurrente de la versión criolla de la trilogía sexo, drogas/alcohol y rock n’roll. Y Sin Otoño, Sin Primavera lo logra, y con
creces. En este trabajo cinematográfico la edición lo es todo. Sin ese
tratamiento tan meticulosamente anárquico, que concilia la tradición noventera
a lo Pulp Fiction con la firma inconfundible de una película independiente, habría
sido imposible recrear por enésima vez lo que ya se ha visto hasta el hartazgo
con tanta sofisticación y –me atreveré a utilizar esta palabra tan asquerosa y
corporativamente prostituida– profesionalismo. La película se desarrolla con soltura y estilo. La película se vende, sin
necesidad de que su director, Iván Mora, haya tenido que sacrificar libertad
creativa ni restado un ápice a la calidad de su trabajo y el de su equipo.
Cierra el círculo el impecable performance
de sus actores y una ecléctica musicalización, en la que se combinan bandas
nacionales como Niñosaurios, Los Brigante o Pasajero, con tonadas ya conocidas
de este y el otro lado del charco, con Ilegales de España a la cabeza. Todo
esto, integrado a una provocadora campaña de marketing y publicidad, suman los
ingredientes que auguran el éxito a la que considero la mejor película
ecuatoriana realizada hasta el momento, en donde, de existir algún tipo de
diletantismo y espíritu de aficionado implícito en ella, se ha visto bastante
disimulado –y hasta me atrevería a decir que anulado– por el gran compromiso
que el genio individual y el trabajo en equipo pueden dar de sí cuando la
creatividad y el talento se proponen reemplazar al oficio.
El trailer no le hace justicia, una razón más para verla.
Título Original: Sin otoño, sin primavera
País: Ecuador
Año de estreno: 2012
Dirección: Iván Mora Manzano
Guión: Iván Mora Manzano
Protagonistas: Enzo Macchiavello, Andrés Troya Holst, Paola Baldión, Alejandro Fajardo, Lucía Moscoso, Andrea Espinoza, Paulina Obrist, Nathalie Vergara, Andrés Crespo, Ángela Peñaherrera.
Ficha técnica cortesía de IMDB.com
Es una muy bien hecha y divertida crítica. Además de las características analíticas y la facilidad de deshilvanar el tema, como si de un cabo de hilo se tratara, desmembra el punto que se quiere expresar (lo que no siempre será todo, ni mucho menos un punto de vista cerrado a la interpretación individual), se logra con frescura y expontaneidad. Y le hace bien a la película, a uno le vienen ganas de verla. Y la crítica de los escenarios culturales nacionales, está tocado con irónica sutileza, lo que a uno le salva de envenenarse, y, por otra, alienta sus instintos críticos propios y a recordar estas posiciones. Felicidades.
ResponderEliminarGracias por comentar, siempre se hace necesario un punto de vista de quien está cercano a la crítica. Personalmente lo mío es más una valoración, me dedico a comentar sobre películas que me gustan, nada más. Un abrazo.
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