Strangelove...
Con Depeche
Mode y la música me sucede igual que con el amor. Alguna vez tuve la suerte
de conocer a alguien tan, pero tan extraordinario que, después de él, ninguno
pareció dar la talla. Hubo otros, a mi despecho no muchos, que a pesar de sus
cualidades, nunca pudieron superar el examen comparativo con el personaje en
cuestión. Lo mismo me pasa con DM; toda vez que descubro otra banda, debo
forzosamente contrastarla con ellos, y no se puede, los estándares son demasiado
altos como para pasar la prueba. Salvo las otras dos bandas que se ubican en mi
Olimpo musical particular –The Cure y
Tool–, ningún músico moderno se ha
salvado de esta odiosa comparación.
La agrupación original (1980-1981) : Martin Gore,
Andrew Fletcher, Dave Gahan y Vince Clarke (Erasure)
Deduzco entonces que DM se ha convertido
en una especie de seguro contra la melomanía, uno no muy grato, por cierto. A
veces me lamento por haberlos conocido tan joven, y con ello haberme negado al
placer de apreciar a otras bandas como se merecen. Lo admito, muchas,
muchísimas son excelentes, me atrevería a decir que quizás más virtuosas pero
–al igual que en el amor– mi pasión por ellas, pese a ser muy intensa y en
ocasiones rayana en la obsesión, se esfuma pronto, mucho más de lo que desearía.
Al final, siempre regreso a ellos. El amor verdadero existe, el mío –dejando a
un lado a quien de ahora en adelante denominaremos el Señor X– se llama Depeche
Mode.
A la salida de Vince Clarke en 1981, lo reemplaza Alan Wilder hasta 1995 (derecha)
Recuerdo con claridad la noche en que los
conocí. No me pregunten por qué, pero estaba embarcada en el automóvil de mis
primos –mucho mayores que yo– rumbo a un barrio de clase alta al que jamás he
vuelto. Un portón ancho de metal nos abrió camino a una urbanización repleta de
casas lujosas, edificadas sobre colinas, artificiales quizás. Mis primos debían
encontrarse con sus amigos, que demoraban en salir; para amenizar la espera y
no aburrir a sus pequeñas acompañantes –mi hermana, otra prima y yo– mi primo decidió
que escucharíamos lo que, casi quince años después, adquirí a manera de CD
original como los Singles 81-85 de la
banda. Mágicamente, la casetera sonó al inicio de la más hermosa canción jamás
escrita, musicalizada e interpretada; una especie de gemidos armónicos,
sostenidos, daban paso a una clase diferente de sonido, que yo llamé robótico,
pero que más adelante supe que debía llamársele, con corrección y respeto, electrónico.
Una masculina y profunda voz, bien educada, sofisticada y sensual, acabó sellando mi pacto de por vida con Depeche Mode. A ésta le sucedieron en
orden otras, no menos bellas, no menos poderosas, nunca menos virtuosas. Atrás
quedaron los días de Flans, Mecano y Hombres G. Había tomado la píldora roja; desde
entonces, nada volvería a ser igual para mí. Tenía siete años.
Shake the Disease (1985) : La píldora roja
Resulta curioso que un acontecimiento
aparentemente trivial se convierta en el que decida tu destino y forma de ver el
mundo. Pasé de ser la potencial consumidora de productos para las masas, a escuchar
Music for the Masses a una edad en la
que las niñas debían preocuparse por aprender a bailar la coreografía de Me enamorado de un fan. No puedo mentir ni
negarles que en todo este tiempo resbalé. Pero les aseguro que, de Joe de los New Kids son the Block, sólo me gustaba su
físico ¡ja!; con Depeche Mode se
trataba de algo más profundo, algo que sobrepasaba la barrera de lo estético.
Es la admiración por la búsqueda de la perfección lo que me ha motivado siempre
ha volver a ellos. La sofisticación, ese exquisito equilibrio rara vez visto en
el arte contemporáneo, quizás en casos como el de Kubrick o Borges, en donde la
popularidad va de la mano con la excelencia. Siempre me ha fascinado el
hecho de que DM fuera un grupo tan comercial y fiel a sí mismo al mismo tiempo, que no haya tenido la
necesidad de recluirse en ninguna clase de círculo underground para ser considerada una banda de culto, devoción y adoración
para sus admiradores. Si al Señor X –fanático
a muerte de Tool– le sorprendía que
alguien pudiera considerar a Depeche Mode
como su banda favorita, a mí siempre me llamó la atención que esto no fuera
así para un gran porcentaje de la humanidad.
DM en la actualidad: Martin Gore, Dave Gahan, Andy Fletcher
Han pasado veinticinco años desde el
flechazo, he caminado junto a ellos en todas sus producciones discográficas y
he sido testigo de su evolución: new wave,
pop electrónico ochenteno, coqueteos con cuerdas y distorsiones grunge, hasta
su regreso a las raíces revestido de madurez. Me importa poco esperar cuatro
años para el lanzamiento de cada nuevo álbum. Estoy totalmente segura de que
nunca me decepcionarán. A veces veo con sana envidia como mis amigos melómanos
se entusiasman cada vez y cuando con bandas novedosas, sonidos eclécticos, colecciones
enteras de música que quizás no les alcance la vida para escuchar. Créanme que
lo he intentado. He procurado ilusionarme con uno y otro grupo musical que
escucho por ahí y por allá, para ver si de una vez logro exorcizarme del
pasado, pero algo falta. No puedo encontrar en ellos una suerte de alma que
pueda vibrar con la mía como sucedió con Depeche
Mode, allá por 1987. Me es imposible recrear la sensación, menos aún
superarla. Lo mismo me pasa con este bendito asunto con el Señor X. Para estas alturas me he resignado a vivir con este tipo
de limitaciones. La promiscuidad musical no es lo mío, como no lo es la
promiscuidad en el amor. Lo mío es la idealización; si en algo he de destacarme, es
en erigir pedestales, pero uno sólo para cada dios.
Uno de los mejores temas de la banda. Del álbum Ultra (1996-1997)
Ja! Mana. Tenaz. Ese es el poder del arte. ¡Cuidado con decir: "pero para qué escribes" "debe servir de algo", etc! ¡Para eso sirve, claro que sí! Para alterar destinos, para salvar, para enderezar caminos seguramente de otra forma destinados a desviarse. La creación es una de las pocas posibilidades de llegar a las almas que vibran como uno y marcarlas de por vida. Urra por los DM, urra por mis Deftones y urra por Sr. X, que si se quien rayos es. El arte sólo puede medirse en pelos erizados, nunca en conceptos.
ResponderEliminarCarlos Realpe.
Hasta anoche cuando me propuse escribir sobre los DM, no me había dado cuenta del poder que el arte posee para alterar los destinos de la gente. Lo importante que es expresarse por cualquier medio perenne, le pone a uno a ordenar y descubrir sus propias ideas... gracias por comentar,
ResponderEliminarJaneko
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstaba buscando informacion sobre la nueva gira, el 23 del 10 la anuncian, y he leido tu articulo, como tu llegue a ellos por casualidad y se quedaron para siempre, coincido plemamente contigo, una vez descubiertos ya nada fue igual, oyes cosas, sucedaneos que suenan muy bien, pero solo ellos son la esencia, acaba el concierto y solo quieres tener la suerte de poder ver otro, de poder escuchar un nuevo disco, de comentarlo y saborearlo con tu mentor depechero, y de ir al Sant Jordi a grabar en tu memoria otro momento magico...
ResponderEliminarEn fin parece que pronto acabara de nuevo la espera.
Un saludo y gracias
Es hermoso encontrar a personas a las que una banda tan poderosa, pero lamentablemente menos valorada de lo que debería, les haya tocado de una forma definitiva, al punto en que uno establece un pacto secreto con ella, del que no es posible escapar. Qué suerte que hayas tenido la oportunidad de verlos en vivo. En su próxima gira por Latinoamérica, ahí estaré. Saludos.
ResponderEliminarJajaja..." Había tomado la píldora roja; desde entonces, nada volvería a ser igual" Me encanta tejedora de sueños!!! te voy a regalar "Inbetween Days", por maja!! Bss
ResponderEliminarPor cierto, no dejes de escribir ahora que te he descubierto.
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