Encuentro poco justificable la escasa honestidad con que se trata el tema de la madre trabajadora en la actualidad. Y me pregunto si se debiera enaltecer a toda mujer, que a sabiendas de sus escasos recursos económicos se atreve a tener hijos para someterlos a los designios de la miseria. Que la mujer en cuestión –buena o mala (no sabemos)- pero sí en primera instancia irresponsable, se sube al autobús a vender caramelos para poder dar de comer a su hija, enferma, asmática, y para pagarle los medicamentos. Me pregunto si no hubiera sido mejor jamás haber tenido a esa niña, y así evitarle el trance de ir a engrosar las filas del desempleo por necesidad y a veces hasta por desesperación. Experimento una extraña mezcla de compasión e ira, quizás indignación, por todas aquellas madres que se trepan al transporte público con su pequeño en brazos para salvar el día –el suyo y el de su crío- día que pudo ser evitado, si tan sólo hubiera existido una ligera pizca de responsabilidad pre-coital, y no un sentido del deber propio del que, resignado, necesita cumplir con su obligación. Me pregunto qué premio se les debe dar a las madres que mendigan con sus hijos en brazos, o se entregan al subempleo por mantener a una familia que no debió ser, nunca; por el bien de todos. Me pregunto si merecen ser enaltecidas, me pregunto hasta qué punto a la gente le es más cómodo ignorar la causa misma de las cosas y decir “bueno, ya está”, mientras la gente continúa reproduciéndose de forma irresponsable y perpetuando la miseria en su progenie. Basta.
Cuadro: Mujer e hijo, Picasso
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