El Destino de un hombre es su carácter.
Heráclito
Supongo que habrán reparado ya en la
profunda admiración que siento por este joven cineasta canadiense y su soberbio
pulso para salirse con la suya. Claro, no todo para él ha sido un prado de lavanda
silvestre, y es que el carácter se forja con el sufrimiento. Y qué más angustia
espiritual que la que implica el trabajo de un director de cine; es que no en
vano, esta actividad se ha considerado como una de las profesiones con mayor nivel
de dificultad en el mundo (si no me creen, consulten la biografía de George
Lucas). De ahí que el hecho llevarla a cierto grado de maestría resulte
especialmente raro y por tanto, digno de admiración. Podría decir, sin temor a equivocarme
–y la falta de este sentimiento es bastante anormal en mi persona– que Xavier
Dolan está muy bien encaminado. Y no es su fortaleza de carácter la que elogio
(muchos de los grandes personajes de la historia deben su celebridad en gran
medida a su recio temperamento), sino la extraña mezcla en proporciones exactas
que hace que un director de cine posea, a la par de un gran talento artístico,
el don del liderazgo, rasgo poco común en el ethos del artista, definido la mayor
parte de las veces por un marcado individualismo.
Alejado por sus padres del hogar y el
cine –en donde se desempeñó por años como niño actor– para ser ingresado en un
internado en el campo, retornó con la firme idea de realizar la que sería su
ópera prima Yo maté a mi madre , en la
que descarga su furia contra la mujer por la que “mataría a todo aquel que le
hiciera daño” pero que sin embargo “quiere a numerosas personas mucho más que a
ella”. Este trabajo semi-autobiográfico le valió reconocimientos en Cannes y
una ovación de pie por nueve minutos. Financiada –como lo expresan sus propias
palabras– con el dinero y paciencia de sus amigos, Dolan asombra por su
capacidad de gestionar desde los fondos monetarios para efectuar su visión del
mundo a través del celuloide, hasta el guardarropa de los actores, del que se
encargó en Los Amores Imaginarios, su
segundo trabajo como director, guionista, productor, jefe de vestuario y actor protagonista (¡!); en
éste, Xavier Dolan explora las relaciones de amistad y el amor no correspondido
con una carga de humor y sensibilidad sutilmente tasadas, y luego de haber triunfado en el Festival de Sidney edición 2010, duplicó su recaudación en taquilla y lo convirtió
en un cineasta de culto entre el escaso público joven que todavía se resiste a
considerar a todo hipster como la
undécima plaga de Egipto.
Para los que odian a Xavier Dolan, les regalo este bonus:
el asesinato de su personaje en la película Martyrs
Precoz, sensible y abiertamente
homosexual, Xavier Dolan se ha ganado ad
honorem un lugar en la mira del cine contemporáneo de vanguardia. Que haya
escrito su primera película a los 16 años y sea laureado en Cannes a los 19 por
su dirección e interpretación, resulta por demás sorprendente; que ruede a
razón de una película por año, fungiendo como escritor, productor, director y
actor de la mayoría de sus trabajos, y sea comparado con los grandes de la
cinematografía mundial con tan sólo 23 años, es realmente extraordinario.
Backstage de una sesión bizarre de fotos para la revista Vogue
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